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El papel central de la asamblea de trabajadores en la construcción del poder obrero

El papel central de la asamblea de trabajadores en la construcción del poder obrero

El elemento central de la lucha de clases de la burguesía contra la clase obrera es impedir que ésta sea consciente de su poder. Un poder que es incomparablemente más grande que el porcentaje que ésta supone con respecto al total de la población. Ese poder consiste en su capacidad de mostrar, no sólo que la burguesía es perfectamente prescindible para el funcionamiento de la sociedad, sino que su eliminación como clase es la condición primera para acabar con el crimen cotidiano que la explotación engendra y, sobre todo, que es capaz de hacerlo.

La destrucción de la vitalidad humana, física y espiritual, la devastación de la naturaleza o el aniquilamiento de países para robar sus recursos, tienen su origen en un sistema social – el capitalismo – basado en la propiedad de los medios de producción por parte de una minoría que obtiene sus beneficios explotando el trabajo humano. En las relaciones sociales que se crean en este proceso, las cosas se convierten en personas y los trabajadores y trabajadoras en cosas. En el gran mercado del capitalismo, el ser humano es “la más miserable de todas las mercancías”. Por el contrario, el trabajador y la trabajadora que se ponen en pie y que levantan su dignidad frente al poder criminal que les aniquila individual y colectivamente, tienen la capacidad de constituirse en sujeto político a partir del proceso de lucha por la mejora de sus condiciones de vida. En él puede adquirir conciencia de su tarea histórica, convertir lo necesario en posible y abrir el camino que conduce a acabar con toda explotación y toda opresión.

 

Frente a la dictadura de la burguesía, democracia obrera.

 

En el Estado español, la Transición fue la consumación de una enorme derrota de clase. Aspectos esenciales duramente arrancados durante la Dictadura fueron sepultados en los Pactos de la Moncloa y en el largo proceso de demolición de derechos laborales y sociales que continúa hasta hoy.

Enumerar ahora la interminable lista de lo perdido es inútil. Lo que hay que destacar es la cuesta abajo por la que va debilitándose el poder obrero; sobre todo es preciso desentrañar sus causas para intervenir sobre ellas.

La más importante desde el punto de vista del poder obrero en la lucha de clases fue la transformación de las comisiones obreras en el sindicato CC.OO. Este elemento es esencial.

La comisión obrera, en cada fábrica, tajo o empresa era elegida – sin formalidad oficial alguna – por la asamblea de trabajadores, ante ella respondía y sus miembros podían ser revocados en cuanto se vendían a la patronal o no ejercían – por la razón que fuera – adecuadamente sus funciones. La asamblea y la comisión obrera estaban unidas por un vínculo indisoluble: el poder de decisión residía en la asamblea y la comisión era su instrumento en sentido estricto.

La asamblea y la comisión emanada de ella se constituyen así en encarnación del poder y de la democracia obrera, y de la unidad de clase. La asamblea incluye a todas las categorías y a todos los trabajadores, incluidos obviamente los trabajadores inmigrantes.

La asamblea elige directamente como miembros de la comisión a aquellos y aquellas que considera más firmes, más íntegros, más combativos y ante ella responden.

Lo fundamental reside en el poder de la asamblea, tanto para tomar las decisiones que correspondan en cada caso, como para elegir y destituir sus representantes; aún ahora el comité de huelga todavía se elige en muchos casos en asamblea. Como puede verse, esto no tiene nada que ver con la realidad de un comité de empresa elegido en elecciones sindicales convocadas y controladas por el poder y por la burguesía en última instancia. En ellas unos sindicatos compiten con otros, representando el guión preferido por la patronal, el de la escenificación de la división de la clase obrera. Además, salvo excepciones que confirman la regla, el comité se convierte en el “agente social” representante de la patronal. Esta situación repetida hasta el infinito consigue dos objetivos básicos: uno, imponer los intereses de la patronal, y otro, el más grave, alimentar la desconfianza de la clase obrera en su propia organización.

Por otro lado, la búsqueda de la unidad de clase mediante plataformas de diferentes sindicatos, sin negar su utilidad en momentos puntuales, no ha servido de mucho para cambiar una situación caracterizada por el distanciamiento entre el conjunto de los trabajadores y quienes se supone que les representan. La unidad de clase, que se forja desde abajo en la lucha sólo puede emanar de la asamblea obrera como fuente de toda legitimidad y todo poder en la lucha de clases.

La afirmación del poder decisorio de la asamblea vale también, por supuesto, para cuando la misma – por debilidad ideológica o por el resultado de manejos de la patronal – toma decisiones inadecuadas. Demostrarlo y ayudar a que el error se convierta en aprendizaje es la tarea de los trabajadores y trabajadoras más conscientes. Cada lucha no es un fin en sí misma, sino un paso para enfrentar la siguiente con mas fuerza, con más conciencia y mejor organización. Aprender de los errores es es un tesoro de experiencia.

La exigencia de que la asamblea sea el órgano decisorio del que emane todo poder es el mejor antídoto contra burocracias desclasadas y corruptas o bien frente a compañeros y compañeras que se instalan en “lo que hay”, cuando lo que hay nos conduce al abismo.

Para valorar la importancia de la asamblea de trabajadores solo hay que observar como huyen de ella las burocracias sindicales que cuando no tienen más remedio pretenden imponer que las asambleas sean solo “informativas” para mantener a distancia suficiente sus manejos con la patronal. O cómo las cúpulas sindicales han traicionado huelgas pactando con gobiernos o patronal al margen de la asamblea de trabajadores. Si las asambleas son decisorias y de ellas emana todo el poder se rompen las barreras: decidirán las formas y los tiempos de las luchas, pueden elegir representantes al margen del comité de empresa si lo consideran necesario, pueden autoconvocarse, pueden decidir coordinarse con otras empresas, pueden cuestionar los objetivos de la producción, en el envío de armas, por ejemplo, etc. En definitiva pueden actuar en función de su propio poder y de la unidad de clase engendrada por la democracia obrera, que si lo es, no puede funcionar dentro de la camisa de fuerza de la burguesía.

La asamblea de trabajadores deja libre el genio que está guardado y tapado en la botella.